La difícil vida de los primates

Hay quienes se preocupan de ayudar a los seres humanos. Otros dedican su vida a proteger ballenas y otras especies marinas. Y hay también personas que se dedican exclusivamente a favorecer a los animales terrestres. Una de ellas, en Peñaflor, cerca de Santiago, protege a 175 monos, rescatados luego de sufrir años de maltrato.

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Algunos sonidos parecen cantos de pájaros, aunque son en realidad vocalizaciones de monos que se escuchan en la selva tropical. Pero esto no es selva ni es trópico, sino un recinto conocido en Peñaflor, como centro de rescate y rehabilitación de primates.

Elba Muñoz López lleva aquí la batuta y no hay mono que no la reconozca y le exprese su alegría al verla. Y claro, son animales salvados de las garras humanas, de aquellas que intentan convertir a los monos en artistas de circo o en mascotas del hogar, pero que terminan condenándolos a una vida miserable de maltrato y sufrimiento.

Para recordar, algunos lamentables ejemplos: como el chimpancé Toto, incautado al Circo Koning, el año 2003. Mientras sus congéneres se desplazaban libremente por la selva, Toto sobrevivía confinado en una pequeña jaula y sujeto a ella por una gruesa cadena. 20 años de maltrato soportó este primo hermano del homo sapiens, hasta que por acción de Elba Muñoz y del SAG fue decomisado al circo y llevado al centro de rescate de Peñaflor. No sólo su dentadura estaba destruida, también sus maxilares. Luego de un período de tratamiento médico y cuidados especiales, Toto fue enviado al África a una reserva protegida. Pero muy pocos tienen esa fortuna.

La mayoría de las mal llamadas mascotas, soportan una dramática realidad que sólo se revela cuando es descubierta, cuando son abandonados o intentan huir. Memo, un mono capuchino, creía alcanzar la libertad en torres de alta tensión en Arica. Electrocutado, llegó agónico a Peñaflor. Luego de 7 años de tratamiento lleva una vida casi normal.

El mono ardilla o Saimiri, originario de la selva amazónica de Bolivia y Perú es de las mascotas preferidas. Tienen una larga cola que les sirve para equilibrarse. Pero cuando no se les protege adecuadamente, pueden convertirse en lisiados, como ocurrió con Lunita. Llegó desde Iquique. Le faltan un brazo y la cola, extremidades fundamentales para su movimiento. Se cree que perros u otros animales la mutilaron.

La mayoría de los animales decomisados deben pasar por una clínica veterinaria, donada por el Servicio Agrícola Ganadero. Para ellos trabaja una legión de voluntarios, empezando por aquellos que todos los días deben preparar 150 kilos de comida. Conseguir casi cinco toneladas de alimentos cada mes, además de las medicinas, no es tarea fácil. A veces escasean aquí los recursos.

Con 130 madrinas y padrinos cuenta este centro en la actualidad. Los aportes son voluntarios y no se exigen montos importantes. Casi 15 mil metros cuadrados cubren las instalaciones del centro de rescate y rehabilitación de primates en Peñaflor. Algo impensado para quien empezó en esto hace 17 años.

Este trabajo voluntario, sin embargo, ha tenido alto costo para Elba Muñoz. Porque los monos jamás dejan de ser peligrosos. No sólo de los monos que protege debe cuidarse esta amante de los primates. También de los traficantes.

Una historia en favor de la protección animal. Su lucha continúa, alentada por la esperanza de no ver más el rostro de amargura de un primate encadenado o recluido detrás de una reja.

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